
La educación, en cualquier sociedad libre, debe ser una herramienta para formar ciudadanos críticos, informados y capaces de desenvolverse con autonomía en el mundo. Sin embargo, en varios países de América Latina gobernados por la izquierda, se ha convertido en una plataforma para adoctrinar, imponer narrativas ideológicas y moldear generaciones enteras bajo los dogmas de una visión política sectaria.
Lo que debería ser un espacio de construcción del pensamiento libre se ha transformado en un laboratorio de ingeniería social, en donde se disfraza de “progresismo” un adoctrinamiento que ataca valores fundamentales como la familia, la propiedad privada, la libertad individual y la historia nacional.
Chile: el experimento constituyente llega a las aulas
En Chile, tras el estallido social de 2019 y con la llegada de Gabriel Boric al poder, se aceleraron los esfuerzos por reformar los contenidos escolares. Bajo el pretexto de “inclusión” y “memoria histórica”, se comenzó a introducir una narrativa unilateral que presenta al empresariado como enemigo de la justicia social, minimiza los logros del modelo económico chileno —uno de los más exitosos de la región—, y exalta movimientos revolucionarios como referentes éticos.
Además, se ha promovido la educación sexual desde edades tempranas con contenidos polémicos y sin el consentimiento claro de los padres, abriendo un debate sobre el rol del Estado en la formación moral de los menores. La “diversidad” ha sido convertida en dogma, y el respeto a la diferencia de pensamiento ha desaparecido.
México: AMLO y los nuevos libros de texto “revolucionarios”
En México, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) fue aún más lejos. En 2023, se introdujeron nuevos libros de texto gratuitos que eliminaron materias clave como matemáticas y ciencias, y los reemplazaron con contenidos cargados de ideología política. Se exaltan figuras como Fidel Castro, Ernesto “Che” Guevara y Hugo Chávez, mientras se deslegitiman conceptos como la propiedad privada, la meritocracia o el libre mercado.
El resultado: padres indignados, expertos en educación denunciando la mediocridad de los contenidos, y una generación de niños sin las herramientas básicas para competir en un mundo globalizado. El adoctrinamiento ideológico, disfrazado de “reforma educativa”, se convirtió en un ataque directo a la calidad académica y a la libertad de pensamiento.
Colombia: la sombra del marxismo cultural en las aulas
En Colombia, el presidente Gustavo Petro ha impulsado desde el Ministerio de Educación una serie de reformas orientadas a “decolonizar el conocimiento” y “despatriarcalizar la enseñanza”. En la práctica, esto ha significado imponer una visión sesgada de la historia, criminalizar el modelo económico capitalista, e introducir conceptos ideológicos como la “lucha de clases” en materias escolares.
Los sindicatos de maestros, dominados por sectores radicalizados de izquierda, han sido cómplices de este proceso. En lugar de exigir mejores condiciones académicas, se han convertido en brazos políticos del petrismo. Se adoctrina más que se enseña, y los resultados están a la vista: caída en las pruebas PISA, aumento del analfabetismo funcional y pérdida de disciplina escolar.
El fracaso medible: resultados educativos a la baja
Más allá del debate ideológico, los datos son demoledores. En los países donde se ha impuesto esta educación ideologizada, los resultados educativos han empeorado. El último informe de la OCDE muestra que Chile, México y Colombia han caído en lectura, matemáticas y ciencias.
El analfabetismo funcional —es decir, la incapacidad de comprender un texto o resolver un problema básico— está aumentando, especialmente en zonas populares donde los niños dependen exclusivamente del sistema estatal. La izquierda, en lugar de empoderar al estudiante, lo ha convertido en rehén de un sistema fracasado.
El contraste colombiano: la apuesta por la educación libre desde la derecha
Durante los gobiernos de derecha en Colombia, particularmente bajo el mandato de Álvaro Uribe Vélez, se promovieron políticas de cobertura, calidad y libertad educativa. Se impulsó la educación técnica y tecnológica, se fortalecieron las pruebas Saber y se respetó la autonomía de las instituciones privadas.
La derecha colombiana ha defendido el derecho de los padres a decidir sobre la educación de sus hijos, ha protegido los valores tradicionales sin imponerlos, y ha apostado por una educación orientada a la excelencia, no al adoctrinamiento.
Conclusión
La izquierda ha instrumentalizado la educación para imponer su visión del mundo, adoctrinar a los jóvenes y perpetuar su ideología. Lejos de formar ciudadanos libres, forma activistas obedientes al servicio de una causa política.
Frente a este panorama, urge defender una educación libre, plural, basada en la excelencia académica y en el respeto a la familia. Solo así podremos construir sociedades verdaderamente democráticas y preparadas para el futuro.
Síguenos para más noticias, investigaciones y análisis sin censura sobre la política y la educación en América Latina.