En las últimas dos décadas, América Latina ha sido escenario de un preocupante patrón repetido entre varios gobiernos de izquierda: el avance sistemático sobre la prensa libre. Bajo el disfraz de “lucha contra la desinformación”, la “defensa de la soberanía informativa” o la “protección de la democracia”, se han impuesto restricciones, presiones, campañas de desprestigio y hasta cierres forzosos de medios que osan cuestionar el poder.
Desde Nicaragua hasta Argentina, pasando por México y Bolivia, los gobiernos de izquierda han demostrado que su tolerancia hacia la crítica es extremadamente limitada. Lo que prometieron como gobiernos del “pueblo” terminó derivando en regímenes que recurren a la censura como herramienta política.
Nicaragua: la dictadura mediática de Daniel Ortega
Uno de los casos más brutales y evidentes es el de Nicaragua, donde el régimen de Daniel Ortega ha convertido la represión contra la prensa en política de Estado. En los últimos años, medios independientes como La Prensa y Confidencial han sido asaltados, confiscados y sus periodistas forzados al exilio. La narrativa oficial califica toda crítica como “terrorismo mediático”, una etiqueta útil para justificar cualquier atropello.
Bajo Ortega, el país ha retrocedido a niveles de censura comparables con los regímenes más autoritarios del mundo. No hay cabida para el disenso, y los medios han sido reemplazados por una maquinaria propagandística al servicio del Frente Sandinista.
Bolivia: Evo Morales y la persecución sistemática
En Bolivia, el expresidente Evo Morales y su partido, el MAS, también han mostrado una clara hostilidad hacia la libertad de prensa. Durante su mandato, Morales acusó abiertamente a medios como Página Siete y El Deber de “hacer política” y de “estar al servicio del imperialismo”. Las sanciones económicas, los juicios estratégicos y las restricciones a la publicidad estatal fueron algunas de las herramientas utilizadas para debilitar a los medios independientes.
Incluso después de dejar el poder, Morales continúa usando su influencia para atacar a periodistas y medios que no se alinean con su discurso. La izquierda boliviana ha adoptado el guion clásico del control: primero deslegitimar, luego censurar.
México: AMLO y las “mañaneras” como herramienta de intimidación
En México, el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) ha hecho de la confrontación con la prensa una rutina diaria. Desde sus conferencias matutinas conocidas como las mañaneras, AMLO lanza ataques sistemáticos contra periodistas, medios nacionales e internacionales, y organizaciones civiles.
Ha tachado a medios como Reforma, El Universal, Proceso y hasta a The New York Times de ser parte de una “mafia del poder”, sembrando odio y desconfianza en la población. Aunque formalmente México no ha cerrado medios, la presión psicológica, la polarización del discurso y el uso del aparato del Estado como herramienta de intimidación han deteriorado gravemente la libertad de expresión.
Argentina: kirchnerismo y “la batalla cultural”
Durante los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, la narrativa oficialista construyó enemigos internos entre los medios de comunicación. El caso más emblemático fue el enfrentamiento directo con el Grupo Clarín. Se implementaron leyes como la Ley de Medios con el pretexto de democratizar la comunicación, pero en la práctica sirvieron para acallar voces disidentes y premiar a medios afines con publicidad estatal.
La estrategia fue clara: desacreditar, dividir, y dominar el relato público. Esta política fue heredada por Alberto Fernández, quien mantuvo los vínculos con medios afines y alimentó una prensa oficialista mientras se marginaban voces críticas.
La excusa perfecta: “fake news” y el nuevo totalitarismo digital
Uno de los recursos más utilizados por los gobiernos de izquierda para justificar el control de medios ha sido la narrativa de las “fake news”. Alegando la necesidad de “proteger a la población”, muchos han impulsado leyes ambiguas que permiten cerrar medios, borrar contenido en redes sociales o sancionar económicamente a periodistas que cuestionan al poder.
Lo que debería ser una herramienta para combatir la desinformación ha sido transformada en un arma para silenciar toda disidencia. Se habla de “democracia”, pero se actúa como en dictadura.
El contraste colombiano: la derecha y su defensa de la libertad
En contraste, la derecha colombiana, durante gobiernos como el de Álvaro Uribe e Iván Duque, ha sido duramente criticada por la izquierda, pero nunca recurrió al cierre de medios ni a la censura sistemática. Aunque hubo confrontaciones naturales con la prensa —como ocurre en cualquier democracia—, el pluralismo de voces se mantuvo.
Los gobiernos de derecha en Colombia han entendido que la crítica es parte del juego democrático. La prensa libre incomoda, pero es necesaria. Y eso, precisamente, los diferencia del autoritarismo disfrazado que intenta imponerse en otros países bajo banderas progresistas.
Conclusión
La izquierda latinoamericana ha demostrado que, cuando el poder los incomoda, optan por silenciarlo. La censura es su herramienta favorita, y los medios su enemigo natural. Lo que debería ser una garantía democrática, lo han convertido en objetivo político.
Si América Latina quiere preservar la libertad, debe rechazar rotundamente estos intentos de control mediático. Necesitamos gobiernos valientes, democráticos, transparentes y respetuosos del derecho a informar y ser informados.
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